El Espejito Autor: Darío Granato |
Esta es la historia de un hombre de negocios que estaba pasando unos días en un pueblito de la Patagonia lejos de las grandes ciudades. Estaba allí por consejo médico para relajarse del estrés laboral pero había comenzado a sentirse aburrido al no tener mucho para hacer. Un día mientras el hombre estaba dando un paseo por el pueblo, se encuentra a un niño que estaba vendiendo algunas pequeñas y curiosas piedras del lugar. El hombre detuvo su caminata para ver las piedras y tomo una de ellas que lo había impresionado por su brillo. Mientras estaba inspeccionando la piedra, el niño le contó que la misma estaba compuesta por mica, un mineral que refleja la luz; y tomando la piedra de la mano del hombre le mostró como podía desviar la luz del sol, usando los reflejos de los rayos para hacer algunos dibujos sobre las sombras de una vieja pared. "Yo la llamo el espejito. ¿Quiere comprarla?" dijo el niño ofreciéndole nuevamente la piedra al hombre. El hombre titubeó por un momento. Estaba interesado en la piedra pero como iba a estar allí por varios días más, le dijo al niño que la compraría después, al finalizar sus vacaciones; y se la devolvió. Lo que el hombre en realidad estaba haciendo, como una deformación profesional adquirida en sus negocios diarios, era especular con el constante regateo y renegociación que haría cada vez que el niño intentara venderle la piedra, hasta lograr un precio final mucho menor. Esto era solo un juego para el hombre, un pequeño desafío para pasar el tiempo y practicar algunas técnicas aprendidas durante su vida profesional. Pero el niño nunca más volvió a ofrecerle la piedra. Sorprendido por este comportamiento, el hombre trataba de hablar cada día con el niño, intentando llevar la conversación hacia el tema. Pero el niño nunca volvió a hablarle de la piedra; más aún, le hablaba de otras cosas diferentes. Le preguntaba al hombre acerca de las grandes ciudades, como era la vida allí, le preguntaba acerca de su familia y sus amigos y, por otro lado, el niño le contaba algunas historias acerca de su pequeño pueblo. Con el transcurrir de los días ambos se vieron envueltos en una inesperada amistad y el hombre fue redescubriéndose a sí mismo, experimentando sentimientos que no recordaba y olvidándose de todo lo relacionado con los negocios. Se dio cuenta y entendió que él era un buen hombre y no una máquina de hacer negocios. Pero cuando las vacaciones del hombre llegaron a su fin, se sintió muy triste por tener que abandonar ese pequeño pueblo y en particular al niño. El hombre estaba fascinado por el niño y ambos se llevaban realmente bien, pero tenía que retornar a su hogar. Por esta razón fue a charlar con el niño por última vez y a decirle adiós. Fue una emotiva despedida. Luego el hombre comenzó a caminar lentamente hacia la estación del tren y cuando casi había arribado a la plataforma escuchó los gritos del niño: "Espere señor, espere, la piedra, la que a usted le gustaba, el espejito. ¿Se acuerda?" dijo el niño ofreciéndole la piedra de su primer encuentro. El hombre se mostró confundido por un instante y cuando entendió se sintió traicionado. El niño había ideado esa parodia de la amistad solo para venderle a él una piedra. Se sintió como un tonto. Él, que era el hombre listo de la gran ciudad, el negociador, el intelectual, el que iba a obtener el mejor precio; había sido superado por un niño. El hombre sacó la billetera del bolsillo con una expresión de amargura en su rostro, no por el dinero que no le era escaso, sino por darse cuenta de que había sido engañado por un chico con una impecable técnica de manipulación donde ni siquiera podía pedirle una rebaja ya que ahora se decían buenos amigos. Sin mirar al niño, el hombre le extendió el dinero. No todo está perdido consideró, tratando de recuperarse de esa situación y pensando que al menos había aprendido una lección que podría aplicar en sus negocios. Y fue exactamente en ese momento que el hombre recibió la verdadera lección de parte del niño cuando este sonriendo le dijo: "No señor, ahora somos amigos, yo no puedo venderle el espejito. Acéptelo como un recuerdo de nuestra amistad".
- - - o - - -
Yo soy aquel hombre y cuando recuerdo a aquel niño y lo extraño hasta las lágrimas, aferro firmemente esa pequeña piedra. Desde entonces la llevo colgada de mi cuello para recordar cuales son los negocios importantes en la vida.
Darío Granato
|